“Educación social con mirada completa: cuando la intervención deja de ser parcial”








“Educación social con mirada completa: cuando la intervención deja de ser parcial”

En el mundo de la educación social, hablamos a menudo de colectivos vulnerables. Diseñamos proyectos, aplicamos programas y medimos resultados. Pero… ¿a quién estamos incluyendo realmente? ¿Y a quién estamos dejando fuera?

La intervención social no puede ser selectiva si busca justicia. Si queremos transformar realidades, debemos ampliar la mirada. A veces, sin darnos cuenta, nos centramos tanto en ciertas luchas —como el género, la infancia o la diversidad cultural— que terminamos ignorando otras desigualdades menos visibilizadas: hombres en situación de calle, mayores sin redes familiares, jóvenes que no encajan en ningún colectivo “prioritario”, pero que también duelen, también necesitan.

No se trata de competir por quién sufre más. Se trata de construir una acción social equilibrada, donde el enfoque educativo no discrimine por modas, por ideologías o por intereses políticos. Donde escuchemos lo que no está gritando. Donde miremos lo que no aparece en los titulares.

La educación social debe ser crítica, pero también autocrítica. Debe revisar a quién representa, qué voces amplifica, y a cuáles ignora. Porque si solo intervenimos en parte de la realidad, no estamos educando: estamos decorando el problema.

Desde nuestro rol como educadores/as sociales, tenemos una responsabilidad: devolver dignidad, acompañar procesos y abrir espacios. Y eso implica incluir a todos y todas. Incluso a los que no encajan en los discursos dominantes.

Hagamos una educación social que abrace, que cuestione, que complemente. No una que excluya en nombre de la inclusión.

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